El síntoma más característico de la enfermedad se presenta en el haz de las hojas, donde se aprecian unas manchas circulares de tamaño variable y de color marrón oscuro-negro, a veces rodeadas de un halo amarillento característico (Fig. 1). En otoño-invierno el halo suele estar ausente (Fig. 2), mientras que en primavera es muy acusado, tanto en las lesiones jóvenes como en las viejas (Fig. 3). El color oscuro de las manchas se debe a las esporas del agente causal, las cuales pueden cubrir la totalidad de la mancha, o bien se distribuyen en anillos concéntricos, sobre todo en las lesiones viejas. La apariencia de las manchas depende de la variedad de olivo, edad de la lesión y condiciones ambientales en las que estas se desarrollan, pero en cualquier caso siempre resultan de fácil identificación (Fig. 4A-B). Las lesiones viejas suelen presentar una coloración blanquecina debido a la separación de la cutícula del resto del tejido (Fig. 5).
En el envés de las hojas los síntomas son menos aparentes y consisten en zonas ennegrecidas discontinuas a lo largo del nervio central (Figura 4C). Algunas veces la lesión se limita sólo al pecíolo de la hoja, la cual cae aún verde o tras amarillear. Otras veces las lesiones pueden afectar al pedúnculo del fruto, originando un arrugamiento de la aceituna y una caída prematura de ésta, acompañada del pedúnculo (Fig. 6). Más raramente se observan lesiones en el fruto, en este caso, la aceituna aparece deformada al detenerse el crecimiento de la zona afectada. Cuando el fruto está desarrollado no hay deformación del mismo, pero las partes afectadas permanecen verdes más tiempo y presentan una ligera tonalidad marrón debida a las esporas del hongo. En ataques severos, el crecimiento del hongo forma una verdadera costra o roña en la superficie de la aceituna, llegando a producir el agrietamiento de la misma (Fig. 4D).
Como consecuencia de las lesiones foliares se produce una caída importante de hojas, lo cual se aprecia claramente en los árboles y, sobre todo, en las ramas bajas, que son las más afectadas por la enfermedad y que pueden quedar totalmente defoliadas o peladas (Fig. 7), a lo que hace referencia el nombre de repilo. Evidentemente, no todas las defoliaciones en olivo son debidas a la misma causa, si bien, esta enfermedad es la principal.
Para la detección de las infecciones latentes, que suelen ser comunes y duraderas en esta enfermedad, existe un método rápido y eficaz que fue desarrollado por Loprieno y Tenerini en 1959. El método de la “sosa”, como es conocido, se basa en la oxidación de compuestos fenólicos acumulados en los tejidos infectados y permite detectar las infecciones latentes, después de 3-4 semanas tras la infección, como manchas circulares o anillos de color oscuro y tamaño variable que aparecen tras sumergir las hojas infectadas en una solución caliente (50-60°C) de NaOH al 5% durante 2-3 minutos (Fig. 8). La utilización de este método, o con ligeras modificaciones que permiten su utilización a temperatura ambiente con un tiempo de inmersión superior (20-30 min) (Zarco et al., 2007), ha posibilitado caracterizar mejor el ciclo de la enfermedad y establecer umbrales de riesgo.